¿Ha dejado de evolucionar el Homo sapiens?

Mudanza forzosa. La parábola del dendrocopo. Pandemia de inhumanidad.

Madrid | 22.01.2021

La naturaleza se reajusta con suma prontitud. Este mágico pico picapinos Dendrocopos major probablemente perdió su asentamiento tras el devastador paso de Filomena por el madrileño Parque del Retiro. Una semana después, el 17 de enero, grabábamos este vídeo: en este plátano de sombra había ya un agujero perfecto, nuevo. El picapinos se mudó, aceptando sin pestañear, pero con mucho tamborileo, una situación nueva.
Para maravillarse como espectador y para sentir cierto autobochorno como especie (que no escucha casi nunca a la Madre). Que la naturaleza es infinitamente sabia es algo que se corrobora en infinidad de situaciones. De hecho, basta con observarla con atención plena para ser parte de ella, para entenderla sin palabras, sin pensamientos. Así es como evolucionan todas las formas de vida, alineándose en todo momento con el momento presente. Y así lo hicieron sin duda los primeros hombres que poblaron el planeta. La necesidad de sobrevivir a cada día, a cada momento, hizo que la gran Inteligencia que nos subyace fuera manifestándose a través de un fabuloso proceso evolutivo que ha llevado a nuestra especie a ser capaz de alcanzar los retos más inimaginables, pero también de construir la más horrenda fealdad y de crear el sufrimiento más fútil, como bien dice Tolle.

(Activar audio) - Pico picapinos (Dendrocopos major) en El Retiro. 16/1/2021. Carmen Rueda

Habla la Tierra

Desde el inicio de la pandemia la naturaleza no ha dejado de hablar, más bien no ha dejado de gritar. Ese rugido parece haberse intensificado en este desconcertante inicio de año, en el que a las calamidades de una pandemia globalmente desbocada se han unido los fenómenos meteorológicos más extremos que muchos recordamos. En el momento de escribir estas líneas, tras las ventanas se siente, amenazante, una lluvia torrencial acompañada de violentas rachas de viento (que hoy se espera alcancen los 90 Km/h en Madrid) y que parecen decir: «quédate en casa», esa frase que es la clave de todo, pero que tristemente fue trending topic solo durante unas semanas, allá por el inicio de la pandemia. Entre el confinamiento estricto y el desmadre está ese rango de racionalidad en el que deberíamos habernos desenvuelto bajo la premisa de la también manida pero no menos importante responsabilidad individual.

Un vehículo de la Unidad Militar de Emergencias transita por la calle de Alcalá. 10/01/2021. Antonello Dellanotte

Grandes oportunidades no aprovechadas

Pero lo cierto es que ni hemos escuchado a la naturaleza ni nos hemos adaptado. Cuando el confinamiento nos arrancó de nuestro modelo de vida, de nuestras inercias, llevándonos a un retiro forzoso, tuvimos la oportunidad de hacer un ejercicio de adaptación, que debía comenzar por aceptar la situación y que, además, nos daba la oportunidad de vernos desde afuera, de observar con quietud el mundo que hemos creado y, asimismo, de examinarnos a nosotros mismos. También tuvimos la oportunidad de crear, poco a poco, una economía y un modelo de vida distintos. Pero sólo queríamos que esto pasase rápido; mirando hacia otro lado, enseguida nos dejamos atrapar de nuevo por esa pegajosa y mortal bola mastodóntica que quiere seguir devorándolo todo: llegó la nueva normalidad, en la que todo, salvo la mascarilla (y el chorreo de muertos), parecía normal.

La Puerta del Sol, el 14 de marzo de 2020. Antonello Dellanotte

La Unidad perdida

Al principio, se manifestó la Unidad, pero duro poco. Aplaudíamos desde los balcones a nuestros sanitarios, a los que hoy hemos desplazado a un sonrojante segundo plano informativo. Eran, son y siempre serán héroes. Pero más lo son, con permiso de los sanitarios y otros profesionales esenciales, nuestros mayores (nuestros sabios, lo más valioso de nuestra sociedad) y nuestros muertos; aquéllos que hemos puesto a los pies de los caballos mientras, desde la barra de un bar, pontificamos sobre salud pública, epidemiología y libertad. Tristemente, el aplauso devino en cacerolada y la Unidad se esfumó.

Aplauso sanitario. 14/04/2020. Antonello Dellanotte

Economía, salud y vacuna

El pérfido debate entre economía y salud, empeorado por todo el barro político creado, ha generado un escenario en el que nos conformamos con controlar olas, fiándolo todo a una vacuna cuyos beneficios cobramos por adelantado, pagando sin pestañear -con vidas humanas-, los intereses de la operación.

Deficiencias estructurales

Pero a pesar del autoengaño, hay un dato que es demoledor y que pulveriza cualquier debate, y es el de la velocidad con que crece el número de muertos. Desde luego que la economía, tal y como la conocemos, se hundiría en un escenario de fuerte limitación social, pero lo cierto es que nunca hemos considerado cambiar nuestros hábitos, ni mucho menos nuestra economía. Nos quejamos por la mascarilla, nos quejamos por la falta de libertad; lo hacemos también por la crisis económica; pero no nos lamentamos lo suficiente por las gravísimas deficiencias de nuestros sistemas de protección social, tan bochornosamente puestas de manifiesto por la pandemia.

Resistencia a los cambios

Parece que solo queremos seguir, sin hacer un solo gesto de humildad, de empatía; de reconocimiento de un mínimo grado de aprendizaje, de humanidad… El principal y más preocupante efecto de este ejercicio de soberbia y de la absoluta falta de visión que implica, es que no se ha promovido ningún tipo de cambio sistémico, absolutamente necesario en estas circunstancias y en los impredecibles escenarios venideros. Por eso, los arraigados cimientos de nuestra inconsciencia crujen ante la terca realidad; y seguirán crujiendo, porque no pueden sino venir inéditos tiempos de convulsión, tiempos también de gran confusión.

Un reto evolutivo

Más allá de lo apocalíptico que pueda parecer este escenario, no hay que extrañarse; porque es la Evolución misma quien nos ha planteado un reto a cuya altura ni de lejos hemos sabido estar, así que lo seguirá intentando; hasta que nuestras ruidosas mentes acaben por rendirse al ser de las cosas.

Esperanza

Visto con perspectiva, creo que no hace falta ser antropólogo para, a la vista de los indicios y de las evidencias, afirmar que la nuestra es una especie autoamenazada. Pero, por concluir en positivo, pienso también que cada vez hay más personas que son conscientes de esto, lo que es en sí mismo un argumento para la esperanza de un despertar.

Moraleja

La moraleja es clara (y ya termina esta parábola): la naturaleza le dijo al picapinos que tocaba mudarse y le facilitó una oportunidad para hacerlo, oportunidad que aprovechó instintiva e instantáneamente. El dendrocopo se adaptó. Nosotros, en absoluto.

La parábola del dendrocopo
Dendrocopos major en El Retiro. 16/1/2021. Antonello Dellanotte


Un proyecto divulgativo de RetiroExperience y Antonello Dellanotte para la visibilización del gorrión común, una especie amenazada