La muerte de un amigo «virtual»

Ayer fue un día triste. Mi amigo de Arizona, Chris "Azbay", murió este martes. Tenía mi edad. Me he despertado a media noche todavía conmocionado por la noticia, que recibí ayer frente a una pantalla, jugando a Gran Turismo, un videojuego de conducción. La mala nueva me la dio Alvin, un amigo común que, como yo, sentía un profundo aprecio por Chris. Tanto ellos dos, como Bryan, Jason y otros usuarios también estadounidenses, formamos un grupo que lleva años juntándose de forma ocasional y no planificada para hacer carreras online y para charlar y reír. Somos amigos virtuales, pero nuestra amistad es real. Y lo era especialmente con Chris, a quien voy a echar mucho de menos. Joder, no paro de escuchar su voz, que resuena desde ayer en mi cabeza. Al afrontar el hecho de la muerte en este contexto se me suscitan algunas reflexiones sobre los mal llamados «amigos virtuales». Y digo mal llamados porque la amistad, el respeto, el cariño y en general el amor, cuando son sinceros, no pueden ser virtuales; no dependen del canal, son reales por sí mismos.

Avatar de Chris en Gran Turismo

Tengo que decir que no es la primera vez que me encuentro en una situación así. Hace unos meses sabía por Manolo Revilla de la muerte de Carlos Viñas, un amigo de las redes sociales a quien tampoco llegué a conocer. Carlos era bastante conocido en el entorno de Twitter por su trabajo sobre el patrimonio cultural de Madrid. Por todos los que tuvimos relación con él en las redes era conocido su rigor, su estilo directo de decir las cosas y también su carácter, a veces rudo.

Carlos era un erudito y no toleraba bien la imprecisión; ello le llevó a una abrupta dinámica de bloqueos mutuos con algunos perfiles, pero conmigo siempre fue considerado y amable. Me enseñó un montón de cosas y siempre estuvo disponible para mis numerosas consultas sobre historia, arquitectura, monumentos y otras cuestiones parecidas. Su muerte me sacudió, porque para mí Carlos fue un amigo y un maestro y el hecho de no haberlo conocido en persona hizo que su fallecimiento me produjera emociones que para mí eran nuevas. Ni siquiera hablé con él por teléfono y sin embargo sentí esa misma sensación de hueco que queda cuando muere alguien a quien consideras importante en tu vida.

En el caso de Chris, la relación era completamente diferente, mucho más cercana, a pesar de estar él físicamente mucho más lejos de lo que estaba Carlos. Hace ya seis o siete años que le envié una solicitud de amistad –o quizá fue él quien la envió, no lo recuerdo bien–. Mi interés por tenerlo en mi lista de amigos se suscitó tras coincidir en una sala online pública, donde se corre tanto con amigos como con desconocidos. Por los tiempos de la clasificación previa a la carrera advertí enseguida que Chris era un conductor rápido, lo cual no tiene nada de extraordinario, porque pilotos veloces hay muchos. Fue llegado un punto de la competición, cuando me tocó batallar con él en la pista, cuando aprecié además que era un señor. Al igual que ocurre en la vida real, cuando se trata de conducir, se hacen patentes enseguida los rasgos de la personalidad de cada uno. Esto es algo realmente interesante y además un aliciente importante para mí en este juego, del que soy usuario desde su primera versión, publicada en 1998.

Tengo que indicar que Gran Turismo es una plataforma en la que participamos millones de personas de todo el planeta, así que se ve de todo. Desde pilotos lentos y extremadamente respetuosos hasta verdaderos ases del volante en solitario que en cambio no saben competir porque no conocen el respeto. Chris era uno de esos jugadores que es rápido pero siempre antepone el respeto hacia los demás a sus propias opciones de victoria.

Una vez formalizada la «amistad» en nuestras respectivas listas de contactos, comenzamos a correr en salas privadas, ya con chat de audio. Ahí conocí a Alvin y al resto de los muchachos. Nunca le vi un mal gesto ni conduciendo, ni hablando, ni escribiendo; con nadie, ni siquiera con esos descerebrados que van chocando para ganar o que te empujan fuera de la pista. Además me he reído con él como lo he hecho con pocas personas. Extremadamente educado, empático sin límites y ocurrente, tenía un finísimo sentido del humor y un carácter realmente dulce. Hemos tenido sesiones inolvidables de acción en pista y buen rollo a raudales, y las seguiremos teniendo, pero no serán lo mismo sin Chris, @ArizonaBay69, de quien tengo la certeza de que fue una de esas personas que se hicieron dignas del don de la vida. Fue todo un señor, todo un amigo.

Rest in peace my friend.
I’ll catch you later.

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