Tesoros de la Candidatura de Prado y Retiro a Patrimonio Mundial por UNESCO
La Fuente de Apolo
Antonello Dellanotte | Madrid, 6 de septiembre de 2019
La Fuente de Apolo, o de Las Cuatro Estaciones, estaba llamada desde un principio a presidir el Salón de El Prado, pero tuvo que esperar.Apolo representaría la grandeza y el poder del rey Carlos III en el proyecto de ornamentación llevado a cabo por Ventura Rodríguez.
Lo cierto es que el paso del tiempo y, sobre todo el desarrollo urbanístico del siglo XX, han ido dejando esta joya neoclásica cada vez más escondida. Hoy en día es un monumento relativamente poco conocido, acaparando La Cibeles y Neptuno casi todo el reconocimiento y la fama.
A pesar de que, desde hace décadas, se han puesto sobre la mesa nuevas ideas para la recuperación de las cualidades paisajísticas del paseo, ninguna llegó a cuajar.
El resultado a día de hoy es que el asfalto, el granito, la arboleda y los edificios cercanos siguen desvirtuando dichas cualidades y las proporciones de la obra respecto a su entorno.
Se espera que nuevos proyectos recuperen la merecida grandeza de esta fuente y sus alrededores. Es, sin duda, uno de los monumentos más importantes de Madrid.
Más de veinte años para terminarla
De las tres fuentes, la de Apolo sería la última en concluirse. Fue inaugurada de forma definitiva reinando ya Carlos IV, con motivo del matrimonio del Príncipe de Asturias –el futuro rey Fernando VII–. No obstante desde 1780 y hasta su finalización pudieron exhibirse soluciones provisionales. El azaroso periodo de su construcción abarca pues desde su diseño en 1777 hasta 1803.
Piedras descomunales
La mayor dificultad era encontrar y trasladar piezas de piedra del tamaño suficiente para materializar los diseños.
Para hacerse una idea basta citar el dato de que para el traslado, en 1787, desde Redueña -a unos 60 kilómetros de Madrid- de tres piezas que pesaban en total veintidós toneladas, se tardó 41 días.
Las esculturas fueron adjudicadas a Manuel Álvarez de la Peña y Alfonso Bergaz.
El conjunto representa la figura de Apolo desde las alturas, simbolizando la figura del rey.
Apolo era uno de los dioses más influyentes y venerados. Asociado al sol como símbolo de poder, contaba entre sus cualidades con la belleza, el equilibrio, la generosidad y la razón, virtudes que se atribuían así al monarca.
El monumento fue restaurado en 2018.
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